Somos parte de la generación que pudo acceder a estudios superiores, pero a un costo que se transformó en una carga que nos asfixia mes a mes.
El CAE que alguna vez se presentó como oportunidad, terminó condenando a miles de familias. Por eso, la aprobación del proyecto FES en la Cámara de Diputadas y Diputados es más que una buena noticia: representa un alivio, un paso concreto al reordenamiento de una angustia que llevamos años esperando se acabe.
Resulta desolador que, aún haya quienes insistan en tratar la educación como un negocio individual y no como lo que realmente es: la inversión más valiosa que puede hacer la patria para el bienestar de todos en el territorio.
Es importante que no se nos olvide quienes votaron en contra. Que quede en la memoria colectiva que hubo “honorables” que eligieron proteger a la banca antes que a las familias trabajadoras. Que eligieron defender a sus “amiguitos” mirando hacia otro lado ignorando una vez más la angustia de jóvenes y padres que, con sacrificio y esfuerzo, solo buscan pagar lo justo.
Hoy Chile tiene la gran oportunidad de corregir una herida que lleva demasiado tiempo abierta. Que estudiar nunca más sea hipotecar la tranquilidad y dignidad de nuestras familias.

