Con claveles rojos en las manos y un profundo sentido de respeto, familiares, amigos y vecinos se reunieron la tarde del domingo 19 de octubre frente al cementerio de Ancud para participar en una nueva versión de la Marcha de los Claveles Rojos, organizada cada año por la Agrupación de Derechos Humanos PRAIS de Ancud.
La actividad recordó y rindió homenaje a Mario Cárcamo Garay, Francisco Avendaño Bórquez, Sofanor Saldivia Saldivia y Carlos Mascareña Díaz, cuatro jóvenes chilotes asesinados durante la dictadura militar.
“Estos jóvenes no habían cometido ningún delito, sólo querían un mundo mejor. Ellos son una semilla que vuelve a brotar cada octubre”, expresó Oreste Mora, ancuditano y también víctima de violaciones a los derechos humanos, quien entregó las palabras centrales del acto. Recordó además su cercanía con su primo, Francisco Avendaño, a quien llamaban *el campesino* por vivir en el sector de Coquiao, comuna de Ancud: “Éramos jóvenes, éramos felices y sólo queríamos una sociedad más justa y sin miseria”.
Memoria, poesía y homenaje
La jornada comenzó frente al cementerio, con intervenciones de música y poesía que dieron un marco emotivo al encuentro. En uno de los momentos más significativos, María Barría, integrante del PRAIS, bailó la “cueca sola”, gesto que durante la dictadura se transformó en símbolo de las mujeres que recordaban a sus familiares detenidos desaparecidos y cuyos cuerpos nunca más fueron encontrados.
Los ausentes
El homenaje continuó con palabras dedicadas a Sofanor Saldivia Saldivia, de 23 años, desaparecido en la zona de Neltume. Durante años se creyó que había muerto en Temuco, pero el testimonio de un sobreviviente que compartió con él en las montañas de Panguipulli desmintió esa versión. Aún no se sabe con certeza qué sucedió con él.
También se recordó a Carlos Mascareña Díaz, joven de 22 años, originario de Chaulinec, quien estudió en el Liceo de Ancud y murió en agosto de 1974 producto de las torturas sufridas en la cárcel de Chin Chin, en Puerto Montt.
Desde la región de Magallanes, su hermano, José Mascareña, envió un mensaje de afecto a los asistentes: “Un especial abrazo para los familiares y cercanos de Mario, Francisco y Chofa. Quiero citar un extracto del poema de Neruda que resume mi sentir: “Aunque los pasos toquen mil años este sitio, no borrarán la sangre de los que aquí cayeron”.
Luego, los asistentes iniciaron el recorrido hacia las tumbas. La primera en ser visitada fue la de Mario Cárcamo Garay, fusilado junto a Francisco Avendaño Bórquez el 19 de octubre de 1973 en Puerto Montt, a los 27 y 21 años, respectivamente.
Mario ya no tiene familiares en la comuna, salvo una sobrina. “Era una persona alegre, irradiaba felicidad y amistad, y cuesta entender que alguien así haya sido asesinado”, recordó emocionado Oreste Mora. Cada uno de los participantes dejó un clavel en su sencilla tumba de “el chino”, como le decían a Mario Cárcamo.
Posteriormente la marcha llegó hasta la sepultura de Francisco Avendaño, donde se evocaron aspectos de su juventud, su compromiso social y su generosidad. Se recordó también que al momento de entregar el ataúd con su cuerpo no se permitió abrirlo. Su familia, residente en Quellón, recibió la trágica noticia de parte de su hermano: “Mamá, al Pancho lo mataron”, relató uno de los presentes. La familia quedó devastada.
Una vez más, la Marcha de los Claveles Rojos reafirmó el compromiso con la memoria, la verdad y la justicia, recordando que mientras haya flores y voces dispuestas a evocarlos, los ausentes seguirán presentes. La actividad concluyó con la interpretación de una cueca creada para preservar la memoria, que en una de sus estrofas afirma: “siempre vuelve a la vida quien no se olvida”.